domingo, 25 de mayo de 2014

¿Qué hacemos las mujeres mientras vemos el fútbol?

No voy a generalizar, aunque es algo que me encanta porque la gente se molesta y a mí a dos cosas en este mundo por las que mato: Bailotear flamenco desnuda con las ventanas de par en par y cabrear a la gente. Me gusta, me gusta tanto como el cocido madrileño. 

Y decía que no voy a meter a todas las mujeres en este saco, pero sí a muchas de ellas. ¿Qué hacemos las mujeres cuando quedamos en grupo a ver el partido de fútbol del momento? No os engañéis, lo que hacemos es hablar, charlar, alcahuetear mientras tomamos un vermut. Nos fijamos más en la gente de las gradas, si está o no está Ana Boyer con su madre Isa o si a Xabi Alonso le da un ataque al corazón mientras nos deja ciegas con su "peluco". Pero ¡Eh! Hubo un momento en el que incluso yo, que nada se de este sector, pude reírme de mi compañera de trago, coño, es que hasta yo lo sabía. Osó comentar: "El que sí que está contento es el señor que está al lado de la Reina Sofía". Ahá.Como no. Ya la dijimos: "Normal, parece ser que es el presidente del equipo que va ganando". Cuando Cerezo sonreía es cuando el Atleti ganaba, claro. 

Nos dio tiempo a comentar por qué la Reina no sabe hablar bien español, si lleva aquí más que la Cibeles en su sitio. Y claro, dijimos, es que el Rey, que cada día es más parecido a Carlos IV, como es tan de mujeres... ella se ha ido a Londres a vivir. 


Hablamos de los problemas matrimoniales y de noviazgo de aquellas muchachas que tienen parejas que viven tanto el fútbol que si pierde su equipo se divorcian durante unos meses. La frase estrella es: "Que meta un gol CR7 porque de este partido depende mi futuro matrimonial". Y así son las cosas. Discutimos de por qué se le ha sacado tarjeta a Ramos si el pobre no ha hecho nada, aunque haya disparado el balón con la mano, nosotras no nos damos cuenta. Si eso que ha sido mano es penalti porque está en el área o por qué los periodistas aplauden a Simeone cuando entra en la sala de prensa. No entendemos nada, tampoco entendemos porque Cristiano se pone farruco cuando mete el gol, si es el cuarto y de penalti, vamos, que casi no hace ilusión. Pero le falto coger un micrófono y cantar un fado. Tampoco entendíamos nada. Tanta vena era innecesaria de ver. Una cosa nos ha quedado clara, CR7 no tiene problemas con las analíticas de sangre. La mujer de su centro médico le encuentra la vena que quiera. 


Mientras bebemos cosas y comemos patatas fritas y fuet con unos picos de Jaén, nos referimos a los jugadores por su número porque no sabemos bien quienes son. Nos preguntamos las razones que llevan a los jugadores a escupir como si estuvieran en el Oeste y los por qués de sacarse los mocos mientras TVE les hace un primer plano, tan cercano, que podemos ver si tienen los poros abiertos. Eso lo hizo CR7 cuando iba a tirar una falta. Las que somos curiosas, es decir, más limpias que el jaspe, siempre hemos deseado ver esta imagen dentro del campo. Ver pedir a un jugador tiempo muerto, sacarse de la manda un kleneex y sonarse los mocos como Dios manda y no ahí, pulsando una de sus aletas como un tiburón mientras expulsa a un hijo muerto. Jesús, es que pensar que soy yo la que juega ahí y me caigo encima de sus mocos... es que me dan ganas de convocar un suicidio colectivo. 

Leyendas, verdades... que más da, lo único que queríamos era hablar mientras ronroneábamos un aperitivo y rumiábamos comida china. 

lunes, 5 de mayo de 2014

Una razón por la que dejar a una chica

Tengo el cuerpo quemado como un chorizo parrillero o como la "Operación Churrasco" pero aun así, tengo ánimos para contaros un asunto que nada tiene que ver con el modo en el que he alcanzado este moreno Tina Turner. 

Hay mucho texto, pero no abandones. Click.

Ubiquémonos en los años 90, casi a finales, cuando yo era una tierna cordera de 14 años, época en la que se llevaban los plumas de colores y las botas "Enduro" (que nunca tuve, por cierto) . Años en los que la droga no nos mataba, pero en los que llevábamos motos chungas, al menos en los pueblos, para ir "encá" la Sole o "enca" la Begoña. 

Corrían tiempos de ESO, ese sistema educativo del que yo salí estupendamente, que siempre he sido muy empollona. Tiempo que pasabas entre comer pipas al fresco, comer un bocadillo de la cena anterior en el recreo y ¡¡ay amigas!! tiempo de tener el primer novio. Aunque no es como ahora, mi noviete de 14 años no entraba en casa ni por asomo, que mi madre es muy de ser maja y luego a ver quien los deja. Días de ir a las cabinas del pueblo, donde solo estaban llamando los moros del municipio con una moneda atada a un hilo para que les saliera gratis, para poder mandar a tu amiga a llamar a casa del novio y preguntar si vendría a las fiestas del pueblo. Normalmente tenías suerte si se ponía su hermana o su hermano, pero ¡ay! si se ponía su madre... Menudo susto, amigas y amigos que estáis al otro lado de la pantalla. Tu amiga colgaba echando pepinos y tú, llorabas de emoción. Las dos cosas, al alimón.

Un día, rara jornada aquella, vino mi noviete a casa, que ya ves tú, con esos años, ni es novio ni es ná. Como diría mi amiga May "eso era cagao y meao del año pasao". Nada habitual, ya os he dicho las razones, pero eso día, precisamente fue mi madre el que le pilló rondándome fuera de casa. Cortejándome, como a mí me gusta. 

Le hizo pasar, con la consiguiente vergüenza que uno siente, la misma que cuando sales con la falda metida en las bragas, con los pezones como timbres de mansión o cuando tienes un trozo de lechuga en el paleto. Toda esa vergüenza, junta, acaudalada, arrejuntada. 

Pasó a casa y en el salón "se armó el Belén". Él sentado en un sofá, mi madre en la cocina y mi hermano que entraba y salía. Mi hermano, que tenía 9 años, es de risa floja, como yo, es una característica familiar común para todos, como el anillo de los Papas, todos con el mismo. Os lo anuncio porque tiene su cosilla. 

Era de noche, yo era joven y mi noviete me ponía nerviosa, claro. En una de estas risas estúpidas que te da el amor adolescente, entra mi hermano y se sienta en el reposabrazos del sofá donde está sentado el "amor de mi vida" (NO). Si mi hermano está ahí sentado, obviamente está a una altura más alta que el novio en cuestión, más o menos su cabeza está por encima de la cabeza del otro. Una risa, un jaja, un jojo, una risotada y... ¡¡¡A mi hermano se le cae el chicle de la boca y le cae en el pelo a mi noviete!!! 

¿OS IMAGINÁIS EL MOMENTO? Quería que el afilador pasara con su moto y me acuchillara o que rasgara el pelo de ese pobre muchacho que tenía un chicle Boomer rosa en el pelo. Di un guantazo a mi hermano pero ¿Y QUÉ? Le había pegado un chicle en el pelo ¡UN CHICLE! ¿VALE?. ¡¡Pensé, Señor llévame pronto!! Sin que nadie lo hubiera inventado. Prefería que me pelaran con un pelador de patatas y me echasen vinagre en las heridas antes de ver ese chicle pegado ahí. 

No me dejó (al menos no en aquel momento), si es lo que estáis pensando. Pero tuvimos que llamar a mi madre que vino muy dispuesta con el "fli" de las moscas, hielo y una buena tijera como Johnny Deep en Eduardo Manostijeras para apañar el pelamen a ese chico que tenía que volver a su casa en moto o algún transporte sucedáneo con una calva a modo de "pedrá" de patio de colegio. Vino mi madre, como los de Cazafantasmas, le pegó otra torta a mi hermano y el pobre chaval ahí, sentado en el sofá, también se reía. ¿Qué iba a hacer? A los pocos meses me dejó, seguro que el chicle tuvo la culpa.